Cuando tenemos perros con problemas muchas veces tenemos la necesidad de que aquellas conductas que realizan que para nosotros no son nada cómodas o correctas, cambien lo más pronto posible. Muchos de nosotros, incluso antes de tener perro, ya teníamos la idea preestablecida de cómo iba a ser, qué cosas iba a hacer y cómo se iba a comportar. Idealizamos en nuestra imaginación la estampa perfecta antes siquiera de conocer al otro individuo. La idea perfecta del perro modelo aún hoy sigue arraigada en la médula de la sociedad humana.
¿Cómo te sentirías tú si te obligaran a encajar en un molde en el que no quieres o no puedes entrar? ¿Qué harías si te vieses forzado/a a ser alguien que no eres?
Los perros no son algo que tengamos que estructurar, pautar o marcar, sino seres vivos capaces de hacer de perro mejor que ninguna teoría que podamos tener sobre ellos. Hay que comprender que cada perro que convive con nosotros es único en su especie.
Existen en el mundo más perros ferales (que viven en la calle) que domésticos (que viven en casa con humanos) y todos ellos son capaces de desarrollarse como perro sin nuestra ayuda. Creemos que cuando un cachorro llega a casa tenemos que guiar cada pequeño paso que de, que tenemos que controlar y estructurar cada uno de sus movimientos de manera continuada. Subestimamos al individuo que tenemos delante, desatendemos sus capacidades e incluso creemos, quizá no de manera intencionada, que son un poco “tontos” y que nosotros tenemos que estar continuamente encima de ellos para que “aprendan”. Diversos estudios sobre los perros ferales muestran que la mayoría de ellos no mueren por enfermedades sino por accidentes como atropellos o lesiones. Además no presentan lo que comúnmente se denomina “problemas de conducta”. Entonces, ¿por qué muchos perros domésticos tienen diabetes u obesidad? ¿Por qué la mayoría de los que viven en ciudad presentan reactividad hacia algún tipo de estímulo y tantos otros problemas emocionales?
¿Qué les estamos haciendo a nuestros perros?
Cuando les etiquetamos y les marcamos la meta de que han de “ser así” y punto, estamos lapidando su esencia. Las expectativas que tenemos sobre ellos cancelan completamente al individuo e impiden su correcto desarrollo. Al focalizarnos en el ideal de perro cerramos cualquier otra opción posible coartando y anulando su entidad.
Creemos que tenemos que estructurar su cabeza, que tenemos que hacer mil y un ejercicios para que sea un perro educado, que tenemos que inhibir ciertas conductas . Sin embargo pasamos por alto el cubrir sus necesidades básicas como especie y sus preferencias como individuo. Cuando nuestro perro presenta algún comportamiento que a nosotros nos produce incomodidad deseamos cambiarlo, modificarlo y estructurarlo para poder aceptarlo.
Entonces ¿dónde estamos poniendo el foco? ¿En el bienestar del perro o en la incomodidad que a mí me produce dicha conducta?
Habrá perros que sí se resignen a esa configuración y que aparentemente su comportamiento ‘’erróneo’’, ese que no debería estar, consigamos que no esté. Pero la mochila emocional que cargaba en un principio seguirá estando, incluso habrá empeorado, ya que fué anulado y no fué escuchado, respetado ni mucho menos entendido. Habrá otros perros que por más que queramos cambiarles no podrán dar más de lo que pueden. Todos, incluidos nosotros, tenemos un límite. Pretendemos que sean algo que no son sin tener nosotros ningún tipo de conocimiento actualizado sobre ellos. ¿Cómo esperas que tu perro deje de ladrar a otros perros si no sabes de dónde está viniendo ese comportamiento? ¿Cómo pretendes que tu perro deje de morder el sofá si no sabes nada de las necesidades reales de la especie con la que convives?
Dejemos ya nuestras expectativas a un lado y adquiramos conocimiento sobre ellos.

Escrito por: Rocío Martín del Campo, educadora canina de ENSUSHUELLAS. La encuentras en IG como @lachicadethai