¿Por qué hoy en día sigue estando en auge la educación canina tradicional o la rama “más positiva”? En nuestra profesión, cuando queremos explicar cuál es nuestra metodología de trabajo, aún hay bastantes personas que no se quedan del todo convencidas o no lo entienden y esto es porque llevamos décadas creyendo la misma idea de cómo ha de ser un perro y cómo deberíamos tratarlo para que sea educado. Por suerte, en estos momentos observamos que estas viejas estructuras se van quedando desfasadas y que la sociedad empieza a entender que prácticamente nada de lo que creía sobre el perro era cierto.
Derribar unas creencias instauradas en nuestra sociedad durante tantos años y sustituirlas por otras totalmente distintas cuesta, no es fácil, y a menudo nos topamos con el rechazo hacía las nuevas ideas, incluso, dentro de nuestro grupos familiares más cercanos. Y esto tiene una explicación.
Nuestra parte del cerebro más primitiva cuenta con un método de defensa en el que rechaza todo aquello novedoso que pone en peligro la propia supervivencia. Si lo razonamos con perspectiva podríamos decir que nuestra vida en realidad no corre ningún peligro por creer en una rama u otra de la educación canina, pero el cerebro lo ve de manera distinta. Cuando llevamos toda una vida con unas creencias y de repente nos encontramos con otra información totalmente distinta a la que creíamos se produce una disonancia cognitiva que de primeras nos hace dudar de las nuevas ideas. Esto es porque estamos tan acostumbrados a vivir de cierta manera, con ciertas creencias, que todo nuestro ser cree que así es como se ha de vivir y no de otra forma. Por eso nos cuesta tanto salir de nuestra zona de confort o si salimos de ella, rápidamente en poco tiempo volvemos a estar donde estábamos desde un principio. Cambiar nuestras creencias y nuestras maneras de relacionarnos con la vida requiere de esfuerzo, empeño y perseverancia. En este proceso fisiológicamente se están creando conexiones neuronales para esas nuevas creencias y se están desechando aquellas “viejas” que llevan con nosotros toda una vida. Por eso muchas veces sin darnos cuenta volvemos a caer en lo mismo.
Por esta simple razón hoy en día la educación canina amable y respetuosa aún no está del todo instalada en nuestra sociedad. Los profesionales más tradicionales siguen todavía en auge, porque implementar sus ideas y conductas es fácil y no requiere de ningún esfuerzo, ya que el cambio lo tiene que hacer el perro. Nuestra filosofía sí requiere un cambio en el humano, se le pide esfuerzo, estudio y conocimientos.
Nosotras no prometemos el “arreglo” del perro ni pactamos tiempo definido para su “cura”.
Lo fácil es ‘’trabajar’’ el problema del perro que a mi me incomoda a base de órdenes, estructuras y premios. Es muy sencillo regañarle cuando ladra, hacerle sentar antes de darle el plato de comida, usar un collar de pinchos para que no tire de la correa o darle una chuche cuando le pido que me de la pata o que no mire a un perro. Todo esto es muy fácil y por ello, vende.
Cuando consideramos a nuestro perro como un miembro más de la familia y lo tenemos en cuenta como parte activa de la relación, sabemos que nosotros también somos parte de ese equilibrio, que en la balanza ambas partes son importantes para que haya estabilidad. Por eso es difícil, porque nosotros somos indispensables en la ecuación y nos toca poner de nuestra parte.
¿Qué sabes de tu perro? ¿Eres consciente de sus necesidades básicas como especie y como individuo? ¿Sabes qué te está comunicando? ¿Podrías ayudarle en los momentos en los que se siente inseguro? ¿Sabrías decirme algo de su raza? ¿De verdad lo aceptas tal y como es ahora mismo? ¿Trabajas tu propia gestión emocional para no descargar tu frustración sobre él?


Lo fácil es lo tradicional, lo difícil es el cambio hacia una relación sana entre especies distintas. En nuestra mano está elegir qué es lo que realmente quiero de verdad para con mi perro. Esto es como elegir entre las dos pastillas, la roja o la azul, de la película de Matrix. Al final la última palabra la tienes tú.
Escrito por: Rocío Martín del Campo, educadora canina de ENSUSHUELLAS. La encuentras en IG como @lachicadethai